El regreso a la normalidad trae desafíos difíciles de afrontar para algunas personas
Algunos psicólogos sostienen que en estos días surcados por la pandemia las consultas se suelen centrar entre aquellos que desean volver a salir a como dé lugar, recuperar sus contactos y su vida cotidiana, y los que por el contrario temen regresar a la normalidad, enfrentándose a una rutina y a un entorno que siempre les inquietó.
A estos últimos, que parecen haber encontrado un espacio de seguridad en el hogar, lejos de lo que les asustaba o directamente no les gustaba, puede encuadrárselos dentro del denominado “síndrome de la cabaña” o “síndrome de la soledad inquieta”.
Esto no es más que un cuadro clínico que hace referencia al estado al que llegan algunas personas tras un aislamiento social prolongado, que pueden evidenciar episodios depresivos leves o crisis nerviosas.
Al comienzo de la emergencia sanitaria, muchas personas vivieron el confinamiento como una pérdida repentina de libertad, aunque con el avance de las semanas todos nos fuimos acostumbrando al encierro, al punto que el hogar se transformó en sinónimo de seguridad y espacio protegido.
Si bien tener miedo es natural, porque representa una emoción que contribuye a nuestra supervivencia, el problema se suscita cuando superamos cierto umbral y ese temor se vuelve incapacitante.
Frente a esto resulta importante darle a esta problemática un lugar, reconocer que existe, analizar de dónde nace e intentar afrontarla. Empezar a salir poco a poco puede ser un buen punto de partida, que necesariamente tiene que complementarse con evitar la sobreexposición informativa acerca del coronavirus y todo lo que la pandemia conlleva.
Ahora, cuando las cosas vuelven a cambiar y nos encaminamos a una cierta normalidad de volver a disfrutar de la vida al aire libre, no todo el mundo lleva igual de bien salir del espacio seguro.