Pedro Garabán estudió Dirección Coral y hoy dirige un coro en Mendoza, aunque nunca se olvidó de sus raíces en Bahía Blanca.

Pedro Garabán nació en Bahía Blanca, tiene 32 años y vive en Mendoza, donde se desempeña como director de coro. Su vínculo con la música nació en su infancia, con la complicidad de su familia.
Recuerda que en su casa la música conquistaba su derecho a la libertad, debido a que cada integrante escuchaba lo que le gustaba.
Así creció con una multiplicidad de estilos, aunque solo uno robó toda su atención: el coro en el que cantaban sus padres.
"Ellos notaron el impacto que esa actividad tenía en mi forma de sentir y expresar. Entonces tomaron la decisión más importante de todas y me inscribieron en el Coro de Niños de la Cooperativa Obrera, donde finalmente la música me abrazó para siempre", destaca.
-¿Qué significó el Coro de Niños en tu vida?
-Es importante responder desde dos perspectivas. Por un lado puedo afirmar como adulto que dedicarme profesionalmente a la música es fruto de una vocación cuya semilla fue plantada en el Coro de Niños. También cabría decir que el entrenamiento técnico, en cuanto a destrezas auditivas y vocales, se forjó en esa etapa y hoy forma parte de mis herramientas de trabajo.
"La segunda mirada, alejándome de estos aspectos que son útiles para la vida adulta, es a través de los ojos del niño que formaba parte del coro: ir a ensayar representaba alegría y cada concierto enmarcaba una enorme felicidad, sabiendo que daba lo mejor de mí al igual que todos mis compañeros y compañeras, dándole vida al mundo sonoro interno que todos los niños y niñas tienen, sintiéndome parte de algo importante. El coro significó todo esto y muchísimo más".
Por otra parte recuerda la seguridad con la que los guiaba el director del coro Carmelo Fioriti, como así también su firmeza, amabilidad y el inconfundible tono de su voz. Son aspectos que no le resultan tan lejanos, porque confiesa que aún tiene vínculo
con quien fue su maestro.
Pedro dejó el Coro de Niños cuando hizo el cambio de voz, pero nunca paró de cantar. Continuó su carrera musical en otros grupos corales de Bahía Blanca y también experimentó como solista.
Siempre tuvo en claro que su vocación estaba en el mundo del arte y así, luego de la secundaria, tuvo un breve paso por el Conservatorio de Música, hasta que en 2008 se trasladó a Mendoza para estudiar la Licenciatura en Dirección Coral en la Universidad Nacional de Cuyo.
Desde entonces vive en esa provincia y comparte su pasión con su numerosa familia compuesta por su pareja Agustina, sus padres Elba y Juan, sus dos hermanos, sus cuñadas ("que son como mis hermanas", acota) y tres sobrinos.
"El coro ocupa un lugar privilegiado en mi vida, porque es el fundamento sobre el que construyo mi visión de la sociedad. Me desempeño principalmente como director de coro, pero también me he acercado a la dirección orquestal y como solista de canto", resalta.
-¿Qué es lo que más disfrutás de la profesión y qué te resulta más difícil?
-Una profesión artística tiene innumerables facetas, que dialogan, conviven y se construyen una a la otra. Sin embargo, la profesión del director de coro es, bajo mi punto de vista, una de las más complejas y apasionantes, ya que uno trabaja con la voz humana, el único instrumento que no se puede imitar ni fabricar, conectado directamente con las emociones y las posibilidades infinitas que dan el texto y la palabra.
"Personalmente creo que es un desafío constante y también por eso disfruto de todos los aspectos que se ponen en juego: lo estético, político, social, educativo, formativo".
El legado de Carmelo
Pedro dirige actualmente un coro de jóvenes y adultos. Previamente tuvo un paso por una orquesta de cuerdas integrada por niñas y niños de 8 a 13 años, en una escuela rural en el Departamento de Lavalle.
"La tarea del director, tanto de coro como de orquesta, está atravesada por una vocación de educador, y es una tarea que conlleva una responsabilidad importantísima, como promotores de cultura, de mensajes e ideas", resalta.
El bahiense afirma que la construcción de su perfil es el resultado de la conjugación de improntas personales con las enseñanzas de grandes maestros y maestras de la dirección coral, entre los que se encuentra Carmelo Fioriti.
"La claridad en la técnica de dirección, la manera en que Carmelo inspira autoridad sin ser autoritario, la confianza que transmite al coro cuando está dirigiendo y muchas cosas más son ejemplos impecables de los cuales aprender y yo los tengo muy presentes", reconoce.
Pedro asegura que le encantaría volver a Bahía y hacer música. Mientras tanto, visitó la ciudad con dos coros mendocinos, cantó como solista con la Orquesta Sinfónica y el Coro Estable, y también vino como invitado de otros grupos a cantar la Misa Criolla.
Cuenta que nunca se separó de la ciudad y trata de mantener un camino fluido entre Mendoza y Bahía, "porque en el intercambio de un extremo a otro se producen cosas muy importantes y enriquecedoras". De cara al futuro, planifica las ideas confiando en que se pueden lograr siempre y cuando uno se enamore de esas ideas.
"Creo que a pesar de que el futuro es naturalmente incierto, cualquier cosa en la que me encuentre será brindando una vocación de servicio a la humanidad como trabajador de la música, tomando el poder transformador del arte para construir una sociedad mejor y un mundo más justo", concluye.



